La metafísica es la disciplina de los cobardes. Y les reconozco que algo me tiemblan las piernas cuando escribo y quiero defender alguna posición. Por tanto, me encuentro bien cuando no debo dar cuentas de lo tangible, de lo físico. La experiencia me ha enseñado que la realidad no sólo se compone de elementos tangibles, pero que más da eso ahora.
Sin más dilación: al toro. El rito taurino es cruel con el animal, es puro espectáculo y farándula rancia, que se mueve únicamente por motivos económicos. Es una fiesta repetitiva y en muchas ocasiones aburrida, amañada en otras, al alterar por la mano del hombre las defensas del astado. Lo taurino pertenece al pasado, y en ningún momento puede ejercer algún bien sobre el espectador. Nadie puede defender que sea un rito culto, y menos estético. Finalmente nos aleja de Europa. Lo dicho, la repera. Estas afirmaciones podían ser suscritas en su totalidad por los Manuel Vicent y Sánchez Drago de turno que tanto abundan en este suelo patrio. Por tanto, ¿qué nos queda?. Usted mismo puede responder: la metafísica. O sea.
La física, lo biológico, me deja sin argumentos cuando quiero explicar el dolor de la cebra que sufre el ataque cruel del león en pos de la supervivencia de las especies animales. No sé si la cebra tiene sensibilidad psíquica como algunos le reconocieron al toro el año pasado. Lo que sí puedo observar cómodamente en el sillón de mi casa es que a la cebra lo que se dice gustarle, no le gusta mucho el tema del león. El rey de la selva pudo evitar sus últimas dentelladas y desgarros, pero claro. De hecho me lo ponen a cámara lenta, desde diferentes ángulos y hasta me parece estético, porque además le añaden música y una voz en “off” algo somnífera. La realidad impone sus condiciones y a veces estas son crueles pero no ocultan la verdad del hecho. El dolor animal y su muerte es enigmática, es un misterio casi como el nuestro. Algunos dedican casi toda su vida a explicar estos asuntos animales como Peter Singer, bioético famoso para más “INRI”. Pero el dolor y la muerte del animal es más misteriosa cuando es procurada por otro. El animal sigue demasiado cerca de nosotros y nos sentimos íntimamente comunicados con él. Pero sí debo expresar la siguiente verdad: no se torea para matar, sino que se mata al toro por haber toreado. Es más, la muerte regalada de un toro nunca es pretendida por ningún torero.
Las malas corridas, que son casi todas, existen sólo a expensas de las buenas, que son insólitas. Lo vulgar y decadente siempre parece aburrido, en los toros, en la petanca y en la sardana. Pero que le vamos a hacer.
En una economía libre y de mercado como la nuestra, es casi lo de menos hablar del factor económico. Manuel Vicent lo entiende muy bien ya que no regala sus libros por el desarrollo de las letras en España. Ni se lo pedimos, por favor.
Las trampas existen desde el origen de los tiempos, y donde concurran hombres, la virtud puede ser ensalzada o mancillada. Claro que tampoco es sólo exclusivo del mundo de los toros.
El toreo es un rito. “El rito sirve para expresar, colectiva o individualmente, unos sentidos más complejos que los estrictamente fisiológicos, porque para manifestar esa clase de alteraciones primarias ya tenemos el espectáculo puramente deportivo”. Boadella dixit.
El público taurino aspira a ser protagonista del rito. Las personas al observar el rito que se esta dando en el coso taurino, quieren participar activamente. Todos nos sentimos unidos al torero, queremos ayudarle a que transforme la fuerza bruta en belleza armónica. La consecuencia: nadie quiere renunciar a construir la metáfora de la vida mítica del toreo. Un consejo para el que duda: acuda un día a una plaza de toros.
Y por último lo de Europa. Créanme que desconozco lo que me acerca y aleja al viejo continente, me pilla algo cansado a estas alturas de partido. De verdad. Lo dicho, metafísica de los toros para hoy y para otros días los restantes tratados.
Sin más dilación: al toro. El rito taurino es cruel con el animal, es puro espectáculo y farándula rancia, que se mueve únicamente por motivos económicos. Es una fiesta repetitiva y en muchas ocasiones aburrida, amañada en otras, al alterar por la mano del hombre las defensas del astado. Lo taurino pertenece al pasado, y en ningún momento puede ejercer algún bien sobre el espectador. Nadie puede defender que sea un rito culto, y menos estético. Finalmente nos aleja de Europa. Lo dicho, la repera. Estas afirmaciones podían ser suscritas en su totalidad por los Manuel Vicent y Sánchez Drago de turno que tanto abundan en este suelo patrio. Por tanto, ¿qué nos queda?. Usted mismo puede responder: la metafísica. O sea.
La física, lo biológico, me deja sin argumentos cuando quiero explicar el dolor de la cebra que sufre el ataque cruel del león en pos de la supervivencia de las especies animales. No sé si la cebra tiene sensibilidad psíquica como algunos le reconocieron al toro el año pasado. Lo que sí puedo observar cómodamente en el sillón de mi casa es que a la cebra lo que se dice gustarle, no le gusta mucho el tema del león. El rey de la selva pudo evitar sus últimas dentelladas y desgarros, pero claro. De hecho me lo ponen a cámara lenta, desde diferentes ángulos y hasta me parece estético, porque además le añaden música y una voz en “off” algo somnífera. La realidad impone sus condiciones y a veces estas son crueles pero no ocultan la verdad del hecho. El dolor animal y su muerte es enigmática, es un misterio casi como el nuestro. Algunos dedican casi toda su vida a explicar estos asuntos animales como Peter Singer, bioético famoso para más “INRI”. Pero el dolor y la muerte del animal es más misteriosa cuando es procurada por otro. El animal sigue demasiado cerca de nosotros y nos sentimos íntimamente comunicados con él. Pero sí debo expresar la siguiente verdad: no se torea para matar, sino que se mata al toro por haber toreado. Es más, la muerte regalada de un toro nunca es pretendida por ningún torero.
Las malas corridas, que son casi todas, existen sólo a expensas de las buenas, que son insólitas. Lo vulgar y decadente siempre parece aburrido, en los toros, en la petanca y en la sardana. Pero que le vamos a hacer.
En una economía libre y de mercado como la nuestra, es casi lo de menos hablar del factor económico. Manuel Vicent lo entiende muy bien ya que no regala sus libros por el desarrollo de las letras en España. Ni se lo pedimos, por favor.
Las trampas existen desde el origen de los tiempos, y donde concurran hombres, la virtud puede ser ensalzada o mancillada. Claro que tampoco es sólo exclusivo del mundo de los toros.
El toreo es un rito. “El rito sirve para expresar, colectiva o individualmente, unos sentidos más complejos que los estrictamente fisiológicos, porque para manifestar esa clase de alteraciones primarias ya tenemos el espectáculo puramente deportivo”. Boadella dixit.
El público taurino aspira a ser protagonista del rito. Las personas al observar el rito que se esta dando en el coso taurino, quieren participar activamente. Todos nos sentimos unidos al torero, queremos ayudarle a que transforme la fuerza bruta en belleza armónica. La consecuencia: nadie quiere renunciar a construir la metáfora de la vida mítica del toreo. Un consejo para el que duda: acuda un día a una plaza de toros.
Y por último lo de Europa. Créanme que desconozco lo que me acerca y aleja al viejo continente, me pilla algo cansado a estas alturas de partido. De verdad. Lo dicho, metafísica de los toros para hoy y para otros días los restantes tratados.
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