Calor. Humedad. Sol. Noches de insomnio. Atolondramiento. Ola de calor. Playas repletas. Mi hijo con fiebre. Tinto de verano. Boquerones y aceitunas. Física de la decadencia humana. O sea.
Tenemos sed y bebemos. Sentimos calor y nos refrescamos. Comemos si tenemos hambre. Dormimos cuando el cansancio nos vence. Y así por los siglos de los siglos.
En lo físico estamos. No profundizamos. Sobrevivimos. No nos molestamos. No somos enjuiciados.
Pero claro, en eso que llega lo metafísico. Nos encuentra. Y dónde están las respuestas. Habíamos encargado el aire acondicionado, pero tarde. Y este calor no lo soporta nadie. Por tanto, sólo nos queda el bochorno. Nos sonrojamos con lo que nos trasciende. Nos encuentra en bañador y sólo con ventilador.
Si no fuera así, cuesta comprender muchas cosas. Comencemos. Los cantantes famosos y ricos se quejan de la piratería. Corren laudos al ministerio de la cosa. Lo demás lo conocen ustedes. Que si más ayudas oficiales, que si protección. Que pena dan. La pasean en ingresos millonarios, la duermen en hoteles de lujo y la discuten bebiendo cava. Lo hacen por los que empiezan, por supuesto por ellos no. No lo necesitan. Intentan incluso explicárnoslo. Todos lo entendemos demasiado bien. Nadie replica. Para qué.
Muere una señora. Requiescant in pace. Habitual de la televisión. En su haber ser hija, esposa y madre de torero. Posiblemente en sus 49 años no añadió más méritos a su vida. Es excesivo decir eso. Su familia y sus amigos seguro que tienen otra opinión, y los respeto. Me entienden, espero. La repercusión mediática de esta temprana e inesperada muerte ha sido extensa e intensa. Excesiva, diríamos muchos. No suficiente, para aquellos que viven de la cosa: presentadores, productores, periodistas, representantes, “juntaletras”, carniceros del alma y demás “fauna” televisiva.
Mañana dominical. Juego con mi hijo Alejandro. Se cansa. Necesita escuchar música. Desgraciadamente enchufo la televisión por si. Programa musical de niños. Repetición. Actúan, hablan, bailan, intentan discurrir y también, pero muy al final, cantan. Lo de menos es que canten bien. Quieren ser artistas. En su acepción actual: ricos y famosos. Todavía ha sido imposible introducir ese deseo en sus genes, pero todo se andará. Mientras llega lo genético, sus padres, sus amigos y toda la sociedad se lo enseña. Lo importante es que uno disfrute con lo que hace. Lo repite hasta la saciedad el presentador. Claro, que tontos somos tantos que no siempre disfrutamos con lo que hacemos y además nos sentimos orgullosos. Qué infelices somos. Suma y sigue.
La plantilla de un equipo de primera división de fútbol de una capital de provincia debe realizar su pretemporada. Por supuesto, en Suiza. Hay tantas razones que apoyan esta decisión que claro. El hotel donde deben descansar debe ser de lujo. La estancia debe ser lo más reconfortante posible. Por supuesto, cara también. No hay problema. Luego llega un fin de semana hay muchísimas personas que pagan por una entrada un altísimo precio. El precio de la calidad, de la ilusión. No, hombre no. El precio de los sueldos y gastos de la vida que permitimos a estos deportistas. Me olvidaba, estamos en el mercado, y estas son algunas de sus leyes.
Masters, escuelas de negocios, revistas, programas de televisión y radio, libros, expertos, gurús, “coach”. Todos hablan sobre liderazgo. Dios mío, cuánto cantamañanas. Llevo poco en la gestión, bien es verdad. Lo suficiente para encontrarme con personas intelectualmente sólidas y profesionalmente capaces. Más que hablar, escuchan mucho y callan. Casi más. No se sujetan a la planificación cicatera, saben de cintura y flexibilidad. Los valores no se los da su empresa o su equipo de fútbol, los llevan ellos. No necesitan cursos ni planes de motivación, va en el “paquete” que traen ya. No tienen certeza de casi nada, dudan, necesitan a otras personas. Llámenle equipo, o como quieran. Son dados a la concentración, intentan poco dispersarse. Su preparación es la del maratoniano, no la del velocista. Intentan desaprender a diario. Los vicios y miserias, claro. Trabajan todos los días en el presente, son poco visionarios del futuro. Soportan lo imperfecto. ¡Si es que es nuestro pan de cada día! Su prescindibilidad ocupa parte de su tiempo. Y además, no van de líder.
Todo lo otro, el queso, los gurús, los consultores de la nada, la autoayuda, y demás simplezas. Pues eso, el mito del líder.
Días felices para la ciencia. Panorama esperanzador para muchos. Pero claro, la ciencia como dogma. Años con la misma queja, que si la ciencia debe ser libre, que las personas deben y pueden opinar sobre ella. Hereje de la modernidad y del desarrollo es el que cuestiona algunos de los senderos por los que transitan los hombres de ciencia actuales. Lo que debía ser un escenario de debate público, es en muchas ocasiones coto cerrado. Estamos cuestionando las bases del propio individuo, y su dignidad, pero sólo se puede opinar en una dirección. Ese es el mayor fracaso de la nueva perspectiva que se nos presenta desde el mirador de la ciencia. Es muy difícil convivir con la disidencia, claro.
La decadencia se nos presenta con múltiples trajes en nuestra sociedad. Hemos pasado revista a algunos de ellos. Y nosotros con estos pelos. Podemos seguir anestesiados y decir que seguimos en la ola de calor. Lo de menos posiblemente sea la temperatura. Lo peor, que la metafísica nos suena a cosa de filósofos. Mientras los cantantes ricos se quejan de que no ganan todo lo que debieran, la “telebasura” sigue comiéndose a sus hijos, muchos padres fracasados quieren que sus hijos sean artistas, los futbolistas desayunan con diamantes, los consultores hacen su agosto con sus libros, y los científicos pasean orejeras en su hoguera de vanidades. O sea.
Tenemos sed y bebemos. Sentimos calor y nos refrescamos. Comemos si tenemos hambre. Dormimos cuando el cansancio nos vence. Y así por los siglos de los siglos.
En lo físico estamos. No profundizamos. Sobrevivimos. No nos molestamos. No somos enjuiciados.
Pero claro, en eso que llega lo metafísico. Nos encuentra. Y dónde están las respuestas. Habíamos encargado el aire acondicionado, pero tarde. Y este calor no lo soporta nadie. Por tanto, sólo nos queda el bochorno. Nos sonrojamos con lo que nos trasciende. Nos encuentra en bañador y sólo con ventilador.
Si no fuera así, cuesta comprender muchas cosas. Comencemos. Los cantantes famosos y ricos se quejan de la piratería. Corren laudos al ministerio de la cosa. Lo demás lo conocen ustedes. Que si más ayudas oficiales, que si protección. Que pena dan. La pasean en ingresos millonarios, la duermen en hoteles de lujo y la discuten bebiendo cava. Lo hacen por los que empiezan, por supuesto por ellos no. No lo necesitan. Intentan incluso explicárnoslo. Todos lo entendemos demasiado bien. Nadie replica. Para qué.
Muere una señora. Requiescant in pace. Habitual de la televisión. En su haber ser hija, esposa y madre de torero. Posiblemente en sus 49 años no añadió más méritos a su vida. Es excesivo decir eso. Su familia y sus amigos seguro que tienen otra opinión, y los respeto. Me entienden, espero. La repercusión mediática de esta temprana e inesperada muerte ha sido extensa e intensa. Excesiva, diríamos muchos. No suficiente, para aquellos que viven de la cosa: presentadores, productores, periodistas, representantes, “juntaletras”, carniceros del alma y demás “fauna” televisiva.
Mañana dominical. Juego con mi hijo Alejandro. Se cansa. Necesita escuchar música. Desgraciadamente enchufo la televisión por si. Programa musical de niños. Repetición. Actúan, hablan, bailan, intentan discurrir y también, pero muy al final, cantan. Lo de menos es que canten bien. Quieren ser artistas. En su acepción actual: ricos y famosos. Todavía ha sido imposible introducir ese deseo en sus genes, pero todo se andará. Mientras llega lo genético, sus padres, sus amigos y toda la sociedad se lo enseña. Lo importante es que uno disfrute con lo que hace. Lo repite hasta la saciedad el presentador. Claro, que tontos somos tantos que no siempre disfrutamos con lo que hacemos y además nos sentimos orgullosos. Qué infelices somos. Suma y sigue.
La plantilla de un equipo de primera división de fútbol de una capital de provincia debe realizar su pretemporada. Por supuesto, en Suiza. Hay tantas razones que apoyan esta decisión que claro. El hotel donde deben descansar debe ser de lujo. La estancia debe ser lo más reconfortante posible. Por supuesto, cara también. No hay problema. Luego llega un fin de semana hay muchísimas personas que pagan por una entrada un altísimo precio. El precio de la calidad, de la ilusión. No, hombre no. El precio de los sueldos y gastos de la vida que permitimos a estos deportistas. Me olvidaba, estamos en el mercado, y estas son algunas de sus leyes.
Masters, escuelas de negocios, revistas, programas de televisión y radio, libros, expertos, gurús, “coach”. Todos hablan sobre liderazgo. Dios mío, cuánto cantamañanas. Llevo poco en la gestión, bien es verdad. Lo suficiente para encontrarme con personas intelectualmente sólidas y profesionalmente capaces. Más que hablar, escuchan mucho y callan. Casi más. No se sujetan a la planificación cicatera, saben de cintura y flexibilidad. Los valores no se los da su empresa o su equipo de fútbol, los llevan ellos. No necesitan cursos ni planes de motivación, va en el “paquete” que traen ya. No tienen certeza de casi nada, dudan, necesitan a otras personas. Llámenle equipo, o como quieran. Son dados a la concentración, intentan poco dispersarse. Su preparación es la del maratoniano, no la del velocista. Intentan desaprender a diario. Los vicios y miserias, claro. Trabajan todos los días en el presente, son poco visionarios del futuro. Soportan lo imperfecto. ¡Si es que es nuestro pan de cada día! Su prescindibilidad ocupa parte de su tiempo. Y además, no van de líder.
Todo lo otro, el queso, los gurús, los consultores de la nada, la autoayuda, y demás simplezas. Pues eso, el mito del líder.
Días felices para la ciencia. Panorama esperanzador para muchos. Pero claro, la ciencia como dogma. Años con la misma queja, que si la ciencia debe ser libre, que las personas deben y pueden opinar sobre ella. Hereje de la modernidad y del desarrollo es el que cuestiona algunos de los senderos por los que transitan los hombres de ciencia actuales. Lo que debía ser un escenario de debate público, es en muchas ocasiones coto cerrado. Estamos cuestionando las bases del propio individuo, y su dignidad, pero sólo se puede opinar en una dirección. Ese es el mayor fracaso de la nueva perspectiva que se nos presenta desde el mirador de la ciencia. Es muy difícil convivir con la disidencia, claro.
La decadencia se nos presenta con múltiples trajes en nuestra sociedad. Hemos pasado revista a algunos de ellos. Y nosotros con estos pelos. Podemos seguir anestesiados y decir que seguimos en la ola de calor. Lo de menos posiblemente sea la temperatura. Lo peor, que la metafísica nos suena a cosa de filósofos. Mientras los cantantes ricos se quejan de que no ganan todo lo que debieran, la “telebasura” sigue comiéndose a sus hijos, muchos padres fracasados quieren que sus hijos sean artistas, los futbolistas desayunan con diamantes, los consultores hacen su agosto con sus libros, y los científicos pasean orejeras en su hoguera de vanidades. O sea.
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