Friday, November 25, 2005

El médico humanista


La relación del médico con el enfermo es el encuentro de una conciencia con una confianza. La persona enferma aspira a encontrarse con un buen médico a la vez que con un médico bueno.
Al médico debe exigírsele un alto nivel científico que esté en consonancia con su calidad humana. No puede conocer sólo de ciencia, necesita de otro tipo de disciplinas que le ayuden a comprender por entero a la persona que se encuentra en su labor profesional. Así lo han entendido generaciones de médicos a lo largo de la historia, que han aplicado el concepto de Medicina Humanista a esta forma de entender su quehacer diario.
Por tanto, ¿son compatibles la excelencia científica en la medicina con la visión humanista de la misma? Recientemente contestan a esta pregunta los autores Greenhalgh y Hurwitz, en su libro “Narrative Based Medicine”. Estos médicos son anglosajones, pioneros en la corriente científica actualmente imperante de la Medicina Basada en la Evidencia, y defienden que es impensable el hecho de que no se reconozca la dimensión humanista de nuestra profesión.
El término “humanismo” aparece por primera vez en 1808 en un libro del alemán Niethammer, refiriéndose a los movimientos culturales que dieron origen al Renacimiento. En el siglo XVI se usaba este término para aludir al que se dedicaba al estudio de las humanidades según la expresión y la concepción de la cultura de Cicerón y otros clásicos romanos y griegos. Petrarca, poeta italiano de la Edad Media, decía:“ yo me pregunto de qué sirve conocer la naturaleza de las fieras y de los pájaros, de los peces y de las serpientes, e ignorar o no preocuparse de conocer la naturaleza del hombre”. Hay que decir que a lo largo del siglo XIX y XX se emplea con freceuencia el término humanismo para diferentes aspectos y concepciones de la cultura y del hombre. Nosotros estamos con Maritain, el gran filósofo fránces del siglo XX, en que el nuevo humanismo que buscamos, debe ser tanto más humano cuanto menos adora al hombre, y respeta real y efectivamente la dignidad humana y reconoce el derecho a las exigencias integrales de la persona.
Con frecuencia se confunden los términos humanismo y humanitarismo. Este último nace en Europa en el siglo XVIII, con el fin de mejorar las condiciones de vida de las personas más necesitadas, poniendo especial énfasis en el mundo laboral y penitenciario. Se debe entender al humanitarismo como una actividad o doctrina encaminada a proteger a los miembros más desvalidos de la sociedad, yendo para ello, si así hace falta, más allá de lo estrictamente debido. Podemos decir que el humanismo, en principio, va más allá y debe englobar al humanitarismo en su fundamentación.
Muchas personas creen que en la actualidad existe una crisis en la Medicina Humanista. Se explican argumentando muchas razones, como la sustitución de la concepción integral del hombre por una más parcelar; la socialización de la medicina; el nuevo concepto de salud que existe, que indudablemente conlleva más demandas por parte de la población; la confianza existente en equipos y no en profesionales concretos; el cambio de la relación médico-enfermo, a una perspectiva más de iguales, más horizontal; el avance del las técnicas y las terapias; la intervención de la Administración Sanitaria; la judicialización de muchos actos médicos, y de que no se deben estudiar materias humanistas que son, a veces, tan distantes al saber médico. Todos estas razones entre muchas otras, todas bastante entendibles.
Indudablemente, el panorama actual no es el más propicio para la ejercitación de este tipo de medicina, pero existen muchas razones que nos invitan a que debemos y podemos hacer el esfuerzo de intentarlo. Existe una vertiente del enfermar no tangible, que necesita no sólo de ciencia, sino de otras disciplinas. Debemos responder con mucha frecuencia a las preguntas últimas del hombre, y esto nos obliga a tener pensadas muchas de ellas. No hay que olvidar, que el humanismo ayuda a acrecentar la capacidad crítica de análisis y a desarrollar el sentido del razonamiento lógico con respecto a la conducta humana. El ejercitarnos en el arte, la cultura y las letras acrecienta nuestra sensibilidad para apreciar las más altas realizaciones creativas del espíritu humano, y a entender sus miserias. El humanismo nos acerca a los demás. El filósofo Fernando Savater nos dice: “nadie llega a convertirse en humano si está solo; nos hacemos humanos los unos a los otros”.
La práctica de la medicina humanista nos brinda el encuentro con la dimensión ética de nuestro trabajo. El humanismo no es sólo un ejercicio intelectual teórico, sino que entronca con los principios éticos que el médico utiliza a diario. El humanismo y la bioética entran a reflexionar sobre las realidades ontológicas, del ser, de la persona. La valoración de la dignidad de la persona dada por el humanismo obliga a analizar los principios de la bioética. Existe indudablemente un humanismo metafísico, que no es otra cosa que la antropología al servicio de la bioética.
Puede parecer que todo esto hace que nos alejemos de la vertiente técnica de nuestro trabajo, pero decía Einstein que todo verdadero investigador es una especie de metafísico oculto, por muy positivista que se crea.
Estamos convencidos en que debemos reconducir nuestro quehacer profesional diario, a las magníficas oportunidades que nos brinda la medicina humanista, como concepción que intenta encontrarse siempre con el hombre.
Nuestra apuesta es atrevida a la vez que atractiva. Para ello, queremos explicitarla en forma de decálogo, con la intención de servir de herramienta útil para el médico. Se tiende a un ideal, y la mayoría de sus artículos se basan en el cuerpo doctrinal del Código de Deontología y Ética Médica español, así como en las ideas y valores que originaron el humanismo.
Decálogo del Médico Humanista

I.
Respetar la vida humana y la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad, son sus deberes primordiales.
II.
Su primera obligación moral es la de ser competente científicamente en el arte de la Medicina.
III.
La beneficiencia, la no maleficiencia, la autonomía y la justicia, encuadrados en el ámbito de la dignidad humana y orientados por ella, serán los principios éticos que informen su labor diaria.
IV.
Al modo humano de enfermar se le exigirá un trato también humano con los pacientes.
V.
Deberá poseer ideas, valores y modos de expresión provenientes del mundo del arte y las letras.
VI.
Procurará en la medida de lo posible empatizar en el trato con sus pacientes.
VII.
Deberá ser consciente de sus deberes con la comunidad, ya que existe una dimensión social del enfermar.
VIII.
Tratará a sus colegas con la debida deferencia, respeto y lealtad, sea cual fuere la relación jerárquica que exista entre ellos, a la vez que transmitirá su saber de una forma generosa.
IX.
Reconocerá en los restantes profesionales de la salud a sus verdaderos colaboradores que tienen derecho a ser tratados como personas responsables y entendidas en las materias que le son propias.
X.
Tendrá el derecho a objetar científicamente o en conciencia a las demandas irracionales o antihumanas de sus pacientes u otros profesionales de la salud.

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