Tuesday, November 08, 2005

El regreso de José Tomás


“No puedo imaginarme una vida sin torear”, José Tomás dixit.
Era viernes, cuando leíamos el 20 de Septiembre de 2002, José Tomás se despide a los 27 años, el torero abandona los ruedos.
Pocos entendieron. Un torero puede abandonar los ruedos. A un maestro siempre se le espera, nunca se le obliga.
Para ser un maestro en los ruedos y señor en la vida, se deben atesorar las mejores faenas en la mente. Éstas se agotan. Sí. Sobre todo cuando a lo largo de varias temporadas se juega la vida muchas tardes. Si uno quiere seguir vistiéndose por los pies, debe olvidarse por un tiempo del albero.
Necesita pasar a un segundo plano, ver amaneceres cerca del mar, disfrutar del campo, saborear a los amigos. El maestro, el genio, necesita de la soledad sonora. “Qué bien que no seas foto de revista/ que cerca estás, José, cuando te alejas/ para ser más Tomás y más persona”. Así le cantaba su amigo Sabina.
Seguro que estará repasando, repensando su primera vez en Valdemorillo, allá en el 1991. Su alternativa en la Monumental de México, lejos de su casa, cerca de su vida. Las tardes de triunfo y las de desencuentro. Me imagino que todo eso y más. Debe ingerir el alimento que nutra a su mente de nuevas faenas soñadas.
El maestro, reconoce la genialidad, la entiende, la venera y la respeta. Aprende del resto. Así, seguro que seguirá buscando en Manolete, en Antonio Ordóñez. La desnudez del toreo, su sencillez es la única que puede transmitir emociones y verdad.
En cualquier caso, maestro se hace larga su ausencia. O sea. Muchos contamos los meses, algunos los días. Desasistidos y huérfanos. No sé si tendrá muchas razones para anunciar su regreso a los ruedos. Si me permite yo le doy una. Mi hijo Alejandro ha cumplido este mes de Diciembre seis meses. No puede cumplir un año y no conocer a don José Tomás. ¿Le es suficiente

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