Saturday, November 26, 2005

Memorias de África


Dinamarca es un país maravilloso. Los daneses son gente cercana y culta, que hacen al viajero agradable su visita.
Copenhague es una ciudad internacional y bella. Está rodeada de pueblos con encanto y urbanizaciones inmersas en la naturaleza. El paisaje natural y urbano de Selandia, región a la que pertenece la capital danesa, es un deleite para los sentidos.
En un mismo día uno puede acudir a la casa de Karen Blixen, continuar con el Museo de Arte Moderno Lousiana, como etapa intermedia, y finalizar el día en el castillo ligado a la figura de Hamlet en la localidad costera de Elsinore, justo frente a la costa sueca.
La casa de Karen C. Dinesen (1885-1962), cuyo apellido de casada era Blixen, fue abierta como museo el 15 de Mayo de 1991. Se encuentra en Rungstedlund, cerca de la localidad de Ryngsted Kyst, cercana a la costa. La puesta en funcionamiento del museo fue posible gracias a los ingresos de la famosa película de Sydney Pollack “Memorias de África”. La película se basó en el libro de la escritora danesa Karen Blixen “Mi granja africana” (Den afrikanske farm).
Cerca del mar, la magnífica casa perteneciente a la familia de la escritora, que originariamente fue una posada, invita a recorrer todos los rincones del hogar donde nació Karen y en la que vivió desde su regreso de África en el 1931 hasta su muerte en 1962. Los visitantes se acercan con auténtica admiración a la planta baja de la casa donde uno puede observar cuadros pintados por la escritora danesa, fundamentalmente retratos de los años veinte del pasado siglo de kikuyus y masais, así como observar su estudio, desde donde se puede disfrutar de la visión del mar. Allí se encuentra su vieja máquina de escribir “Corona”, sus plumas, los objetos que trajo de África, así como sus libros y cuadros, incluidos los retratos de Denys Finch Hatton, el aristócrata inglés del que se enamoró y que perdió antes de regresar a Dinamarca. Por los pasillos uno observa la exagerada longitud de las cortinas blancas de las ventanas, replegadas y extendidas por el suelo como la cola de una novia. Son parte de las pertenencias que le acompañaron tras dejar África. Por todos lados de la casa hay flores frescas, costumbre que ha sobrevivido a los días de Karen Blixen.
En la primera planta se encuentra el dormitorio en el que falleció la escritora.
Detrás de la casa existe un maravilloso jardín que aspira por su extensión a ser un bosque tal como nosotros lo entendemos. Parece que no ha pasado el tiempo en esa tranquila área, y soñamos que en cualquier momento podemos encontrarnos con la escritora. Todo se ha respetado siguiendo los deseos de la propia escritora, que gozaba pensando en que los pájaros allí podían vivir tranquilamente.
Definitivamente uno se encuentra con Karen Blixen en un lugar maravilloso. En esa zona, remanso de paz y de invitación a la reflexión en medio de la naturaleza, se hallan los restos de la magnífica escritora danesa en una sencilla tumba con una lápida en el suelo en la que consta sólo su nombre: “Karen Blixen”.
Sin ningún género de dudas, la vida de la escritora danesa supera con mucho en atractivo, a la belleza de la película “Memorias de África”.
Acompáñenos a conocerla.


La mujer


La escritora danesa Karen Blixen nació en 1885 en el seno de una familia aristocrática. Ella era la segunda de los cinco hijos que tuvieron el matrimonio Wilhelm Dinesen e Ingeborg Westenholz. Fue la favorita de su padre, que había sido soldado, poeta, cazador y político. El señor Dinesen viajó al lejano oeste en EEUU, para olvidar la muerte de su primer amor, una prima suya de 18 años. Estuvo viviendo entre los indios durante dos años. Escribió varios ensayos sobre ellos. Parece ser que compartía con ellos el amor a la naturaleza, la caza y el gusto por la buena vida. Al regresar a Dinamarca conoció a la señora Westenholz, que pertenecía a una familia danesa de la alta burguesía, que contaba con 24 años, y la adornaban su belleza y cultura. Se casaron finalmente y tuvieron cinco hijos como decíamos.
Todos los vástagos nacieron en la finca de Rungstedlund, una posada del siglo XVI al norte de Copenhagen que adquirió el señor Dinesen en 1879.
Cuando contaba Karen con 10 años, su padre que era en ese momento diputado, se suicidó ahorcándose en la habitación de un hotel de la capital danesa. Parece que padecía la sífilis.
Su madre siempre fue un apoyo para ella, y su hermano Thomas fue su confidente.
Nunca pisó una escuela; fue educada según las orientaciones de su religiosa madre y su tía Bess. Tuvo varias institutrices, que a los doce años la hacían escribir ensayos sobre las tragedias de Racine y traducir a Walter Scott al danés. Su formación fue políglota y cosmopolita, ya que estudió arte en París y Roma.
Posteriormente vivió en Copenhagen, lejos de su familia. En aquellos años conoció a dos primos suyos lejanos, Hans y Bror von Blixen-Finecke, pertenecientes a la nobleza sueca.
Se enamoró de Hans, y llegó incluso a ser su amante, pero nunca pensaron en formalizar su relación, sobre todo porque así lo quería él. Sorprendentemente en 1912, Karen anuncia su compromiso con su primo Bror. El hermano de su amante representaba el lado menos confesable de la familia sueca, ya que gustaba mucho de las mujeres, la caza y tenía fama de “manirroto”.
Un tío de Bror, a su regreso de un safari por el Protectorado británico de África Oriental (la actual Kenia) recomendó a la pareja su partida a esa zona para probar a hacer fortuna. Karen se sintió atraída por la idea de huir a un lugar tan lejano junto con Bror.
Decidieron marcharse a África, y así la familia materna de Karen aportó el dinero para comprar una granja de 700 acres en Kenia, para dedicarla a una explotación ganadera.
Bror no aportaría dinero a su matrimonio para su aventura africana, pero sí que ofrecía un título nobiliario, ya que él era el barón Von Blixen. Antes de unirse oficialmente, Bror partió a tierras africanas, y sin decírselo a Karen, vendió la granja de 700 acres y compró unos terrenos para plantar café. La finca pertenecía a un sueco y tenía 4500 acres y estaba situada cerca de Nairobi. Constituyó la Swedo-African Coffe Company y pretendió cultivar café en una zona donde no se conocía ese cultivo.
En 1913 Karen embarca en Nápoles en el barco Admiral con rumbo a la costa oriental africana para definitivamente casarse con su prometido Bror.
Cuando llegó a África contaba con 28 años de edad. Al día siguiente de su llegada se casó por lo civil con su primo Bror, en una ceremonia que duró diez minutos en la comisaría del distrito. Desde ese momento ella se convirtió en la baronesa Karen Blixen.
Así comienza su aventura africana, junto a su marido, en un lugar maravilloso. La finca tenía una buena casa, y en la explotación cafetera trabajaban unos 1200 kikuyus. Sus primeros tiempos africanos fueron felices, cenando en un lugar como aquel con cubertería de plata, copas de cristal, vajillas de porcelana, bebiendo vinos franceses y comiendo foie y caviar ruso.
Tuvo desde un principio de criado fiel a Farah, que era de origen somalí, musulmán, algo orgulloso, incorruptible y cercano.
Farah estuvo al lado de la baronesa cuando tras contraer la malaria en África, permaneció en cama durante varias semanas.
En su primer safari junto a su marido, descubrió su auténtica pasión por la caza y su gusto desmedido por la sangre. Con el tiempo llegó a ser una gran cazadora y no tenía ningún problema en afirmar que disfrutaba matando animales salvajes, faceta biográfica que algunos intentan olvidar. Nuestro gran Ortega y Gasset escribía: “Hay, pues, en la caza como deporte una libérrima renuncia del hombre a la supremacía de su humanidad. Esta es su consustancial elegancia. En vez de hacer todo lo que como hombre podía hacer, liga sus excesivas dotes y se pone a imitar a la Naturaleza; es decir, que por su gusto retrocede y reingresa en ella. Tal vez sea este un primer atisbo de por qué es para el hombre tan grande delicia cazar”.
En Agosto de 1914 estalla la I Guerra Mundial, y el matrimonio se pone de parte de los ingleses. La contienda bélica está a punto de dar al traste con su negocio cafetero. Los ingleses dudaron inicialmente de su apoyo, por conocer las buenas relaciones que tenían y tienen los nórdicos con los alemanes.
Su marido era una persona que se ausentaba con frecuencia del hogar familiar, y seguía manteniendo su fama de cazador y mujeriego.
Tras una batalla en la que el lado inglés pierde, regresa el barón junto a Karen. Ella comienza a sentirse en esa época mal. Posteriormente se le diagnostica su enfermedad y decide partir para su tratamiento a Europa. Antes de iniciar ese viaje, no renunció a salir de safari durante dos meses junto a su esposo por las montañas de los Aberdares.
Tras un breve paso por París, llega ella sola finalmente a su casa familiar de Dinamarca. En el verano de 1916 Bror se reúne con su esposa en Dinamarca y parten de nuevo con destino a su finca de África.
Karen siempre recordó el año 1917 en el que una terrible y prolongada sequía acabó con la cosecha de café dejándolos sin beneficios. Pero lo mejor de aquel año nefasto fue el cambio a una nueva casa, más amplia y lujosa, situada a dieciséis kilómetros de Nairobi y conocida como M´bogani, “la mansión de los bosques”. Ésta fue la finca que inspiraría sus “Memorias de África” en donde según ella pasaría los mejores años de su vida. “Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías”, escribiría Karen Blixen en la primera página de su libro cargado de nostalgia.
La mansión era un elegante edificio de piedra construido por un colono sueco que les dejó su magnífico mobiliario original y una biblioteca llena de libros de literatura clásica que hicieron las delicias de la baronesa.
Pasado un año las cosas no mejoraron y su relación con su esposo era cada vez más difícil y distante. Bror seguía ausentándose muy a menudo de la granja, despilfarraba el poco dinero que les quedaba y no renunciaba a sus conquistas femeninas. Karen había perdido las esperanzas de tener un hijo, y decidida a olvidar partió de safari a las llanuras de Tana, con un amigo de su esposo, el barón y oficial sueco Eric von Otter. Vivió con él un corto pero intenso romance.
Es en esa época, en la que la baronesa no pasa por sus mejores momentos en África, cuando conoce al que sería el auténtico amor de su vida. El encuentro fue en una cena en el club Muthaiga cuando unos amigos le presentaron a Denys Finch-Hatton, un aristócrata inglés de treinta y dos años. Denys fue el hombre que descubriría a Karen el África de los safaris regados de champán y las interminables sabanas desde el aire en su avioneta. Era un deportista y un intelectual, educado en Eton y Oxford, raro entre los brutos colonos británicos de aquellos años veinte en África.
Se daba la circunstancia de que Denys y Bror eran amigos, ya que eran dos grandes cazadores, expertos en safaris y amantes de la naturaleza.
Comienzan Karen y Denys su relación y comparten jornadas de safaris juntos.
En 1922 Bror le pide el divorcio a la baronesa, ya que quería casarse con Cockie Birkbeck, señora conocida por escribir cotilleos en el Daily News.
El independiente y solitario aventurero Denys cayó rendido ante los encantos de Karen y en el verano de 1923 se traslada a vivir con ella a la granja. Aquellos instantes de felicidad que compartieron en Ngong inspirarían a la escritora las páginas más románticas de “Memorias de África”.
Denys animaba a Karen a escribir aquellos hermosos relatos orales que compartían. Nunca pudo imaginar que se convertiría en una escritora que posteriormente estuvo nominada para el Nobel de Literatura.
Con 39 años Karen Blixen tiene muchos problemas económicos, está algo deprimida por su divorcio y su enfermedad vuelve a manifestársele con gran crudeza.
En 1929 se queda embarazada de su amante, Denys, pero él desde Londres, donde se encontraba, le insta a que no tenga a ese hijo.
Su relación entra en crisis, y su amor maduro se marchita. Denys se enamora de otra mujer y se va a vivir con ella, la conocida como dama de los cielos, Beryl Markham.
En 1930 sus problemas económicos se agudizan y su granja es vendida en una subasta pública.
Poco después, en Mayo de 1931, su amado Denys fallece en un accidente aéreo cuando iba a Nairobi en su avioneta. Karen en una ceremonia sencilla entierra a Denys en las colinas de Ngong.
Nada le liga a África en esos momentos y regresa a su casa familiar de Dinamarca en ese mismo año 1931, donde se recluye. Sólo 13 años después de su regreso pudo abrir las cajas de sus recuerdos africanos.
Karen Blixen fallece a los 77 años de edad en su casa danesa, era el 7 de Septiembre de 1967. Poco antes había escuchado un aria de Händel que Denys solía cantarle en sus visitas a la granja.
Tal como había pedido a su familia, fue enterrada bajo un gran árbol, a la usanza de los lugares sagrados de los kikuyus en las llanuras africanas.



La escritora

Karen Blixen daba la impresión de haber sido educada con un siglo de atraso, ese que se inició en 1781 y terminó con el Segundo Imperio en 1871, que ella llamaba “la última gran época de la cultura aristocrática”. Entre esos años ocurren casi todas sus historias. Espiritualmente, fue una mujer del dieciocho y diecinueve, aunque según confesó en una de sus charlas famosas en la radio danesa en sus últimos años, sus amigos sospechaban que tenía “tres mil años de antigüedad”.
No tuvo urgencia en escribir. Sólo garabateó unos cuadernos de notas en los que aparecen en embrión algunos de sus futuros relatos.
Comienza a escribir por las noches y termina su primera obra “Seven Gothic Tales”, que aparecieron en 1934, en Nueva York y Londres, después de haber sido rechazados por varios editores. Utiliza como nombre artístico un pseudónimo masculino Isak Dinesen. Elige Isak por su sentido bíblico: “el que ríe”, y toma su apellido de soltera: Dinesen.
Publicó luego otras colecciones de cuentos, como los “Winter´s Tales” (1943), pero su nombre quedaría siempre identificado con sus primeros siete cuentos reunidos en su primera obra, una de las más fulgurantes invenciones literarias del siglo XX.
Isak Dinesen fue, como Maupassant, Poe, Kipling o Borges, esencialmente cuentista.
Artificiales, brillantes, inesperados, hechiceros, casi siempre mejor comenzados que rematados, los cuentos de la escritora danesa son extravagantes.
El humor es en Dinesen el gran amortiguador de los excesos de todo orden que habitan su mundo, el ingrediente que humaniza lo inhumano y da un semblante amable a lo que provocaría repugnancia o pánico.
Para el gran público es conocida a raíz de la película que Sydney Pollack dirige basándose en su libro “Mi granja africana” (Den afrikanske farm) que apareció en 1937. La película se tituló “Memorias de África”, nombre con el que se traduce en español aquel libro desde la aparición del oscarizado largometraje.
En Dinamarca fue una escritora muy respetada, así como en los países occidentales. Es famosa su foto de 1959 en casa de su amiga Carson McCullers, cenando junto a Arthur Miller, Marilyn Monroe y su anfitriona en EEUU.
Cuando Hernest Hemingway recibió el Premio Nobel de Literatura comentó en su discurso: “Este galardón debiera ser para Isak Dinesen. Me habría gustado cazar tigres con ella”.









La enferma

Karen Blixen tras el regreso de su marido Bror de una de las batallas de la I Guerra Mundial en África, comienza a encontrarse mal, con pérdida de peso, síntomas depresivos, dolor de articulaciones e insomnio. Tenía constantes ataques de fiebre y molestias en el estómago.
Acude a la consulta de un médico en Nairobi, y éste confirma a la baronesa que padece sífilis en un estado avanzado.
Su marido le había contagiado la enfermedad. Bror era conocido por sus frecuentes infidelidades con mujeres de la comunidad Masai.
El médico le recomienda que se marche a Europa donde existe un nuevo y mejor tratamiento. En aquel momento esta enfermedad era tratada con mercurio, pero había aparecido el salvarsán como remedio más efectivo.
Decide regresar a Dinamarca y posteriormente acude a París a consultar con médicos especialistas en enfermedades venéreas. Confirman el primer diagnóstico y le prescriben salvarsán por un periodo largo.
Regresa a Copenhagen y se interna en un hospital durante tres meses. Allí recibe la visita de su familia, pero sobre todo de su hermano y confidente Thomas, que está al tanto de todo. Su madre inicialmente no conoce su enfermedad.
Comienza a mejorar con el tratamiento y en el verano de 1916 recibe la visita de su marido en Dinamarca y posteriormente regresan de nuevo a África.
Su regreso a la granja africana confirma que su enfermedad ha evolucionado bien con el tratamiento que le prescribieron.
La enfermedad nunca desapareció, pero sí que la baronesa tuvo momentos de franca mejoría que le hicieron olvidar su dolencia. Posteriormente, cuando ya abandona definitivamente África, en su tierra natal danesa presenta con cierta frecuencia síntomas, pero lo que más destaca en ella es su impresionante delgadez previsiblemente debida a sus problemas de estómago, su úlcera.
Con 77 años fallece en su casa familiar de Dinamarca, en un estado final prácticamente caquéctico, y como espectadora especial de lo que supuso de avance en el tratamiento de la sífilis el salvarsán.




El recuerdo cinematográfico

El largometraje “Memorias de África” es uno de los que permanecen de una forma más especial en el recuerdo de los espectadores de los últimos 20 años, por el halo de romanticismo que destila.
El guión fue realizado por Kart Luedtke a partir de los libros autobiográficos de Isak Dinesen de su estancia en África y de la biografía sobre la autora que escribió Judith Thurman.
Los exteriores de la película fueron rodados en Nairobi. Bellamente fotografiada por David Watking, la película, a pesar de su apariencia épica, incide primordialmente en el profundo retrato emocional de su personaje femenino.
La película fue dirigida por Sydney Pollack en 1985, y sus protagonistas principales fueron Meryl Streep (como Karen Blixen) y Robert Redford (como Denys).
La historia romántica está abordada de manera madura, con personajes dibujados sin estridencias e interesantes diálogos de cimiento literario que concretan con suficiencia las orientaciones vitales de cada uno.
Aborda temas como la ausencia, la necesidad, la definición amorosa o el colonialismo, siendo éste acometido de manera un tanto aséptica.
Junto al espléndido trabajo de Pollack y Watking en la representación natural de Kenia, destaca la excelente partitura del compositor John Barry.
Recibió siete Oscar en 1985: guión adaptado, director, película, fotografía, banda sonora, dirección artística y sonido; y cuatro nominaciones más: mejor actriz, actor secundario, vestuario y montaje.
Podemos poner alguna objeción al largometraje; sin duda, la ausencia de la figura de la escritora en sus tiempos maduros en Dinamarca es una mancha en la película, ya que sobrevivió más de treinta años a su aventura africana.
Sí debemos destacar las referencias médicas que aparecen en la película, desde la enfermedad que padece la protagonista, la sífilis, a las referencias que se hacen a la quimioprofilaxis antimalárica, las infecciones de los nativos así como las primeras vacunaciones infantiles entre ellos, y no podemos olvidar la muerte de un amigo del protagonista que fallece por una fiebre hemoglobinúrica producida por el paludismo.


Memorias de Rungstedlund, a modo de epílogo


Por Sydney Pollack una bella película: “Memorias de Africa”. Por una película un personaje hallado: Karen Blixen. Por Meryl Streep una atracción por el personaje hallado.
De su vida en África Karen Blixen coleccionó recuerdos. De esos recuerdos surgió su afición a escribir. De sus libros surgió una escritora. De una escritora surgió una nueva vida.
Por un marido enfermo e infiel en África: la sífilis. Por la infidelidad de su marido: su divorcio. Por su divorcio: nuevos afanes y nuevos amigos. Por sus nuevos amigos: cuentos. Por sus cuentos: safaris en compañía. Por sus safaris en compañía: un amante, Denys Finch-Hatton. Por Robert Reford idealizamos a Denys Finch-Hatton. Por idealizar al amante cometimos una equivocación. Por esta equivocación creímos que el amante sólo tenía una amada. Por saber que no era la única amada: un desengaño. Por la muerte trágica y precoz del amante: una decadencia africana acelerada.
De una decadencia africana acelerada: un regreso deseado a casa, Rungstedlund (Dinamarca). De ese regreso: un encuentro feliz con la familia. De ese encuentro feliz: una vida plena en una casa maravillosa. De la vida en una casa y ciudad maravillosas: el encuentro con el oficio de contar historias. De sus primeros cuentos orales en África: sus primeros cuentos escritos en Dinamarca.
Por el mal ojo de los editores daneses: sus originales a Estados Unidos. Por su dominio del inglés: su aventura de escribir en ese idioma. Por unos mejores editores americanos: su primer libro publicado “Seven Gothics Tales”. Por su éxito en todo el mundo: recuerda de nuevo su vida en África. Por sus recuerdos africanos: escribe “Memorias de Africa”.
De su libro Memorias de Africa: una preciosa película. De sus ingresos millonarios: la actualidad de la escritora. De la nueva presencia en escena de la fallecida escritora: la rehabilitación de su casa. De la rehabilitación de su casa: el nacimiento de un museo.
Por un museo: mi visita a Rungstedlund. Por mi visita: un recuerdo. Por un recuerdo: un artículo. O sea.

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