Uno no puede rebelarse contra los dioses del Olimpo. Si no que se lo digan al pobre titán Atlas. Ya conocen su castigo: sostener el mundo sobre sus hombros. No está mal. Pero no quedó ahí la cosa. Atlas como que estaba un poco abrumado por la soledad y el peso de su carga, y en eso que recibió una visita. Heracles acudió al titán para pedirle un favor. Tenía que realizar por él uno de sus doce trabajos: robar tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. A cambio, Heracles soportaría el peso del mundo hasta su regreso. Atlas no se lo pensó y aceptó el encargó, hombre. Pero qué pasó con Heracles. Se preguntó desde el primer momento: ¿volverá Atlas?. Bueno, no les cuento más. Con esto es suficiente para que pueda explicarles lo que he denominado, no sé si afortunadamente, el “Síndrome de Atlas”.
Las empresas son cada día más complejas. Y más sencillas. En ellas trabajan todo tipo de personas. Altos, feos, con gafas, rubios, inteligentes, maliciosos, incompetentes, justos, héroes y demás fauna. Todavía en mi corta vida laboral no he conocido a ningún titán. De los de pata negra, como nuestro amigo Atlas. Ah, pero eso sí, he encontrado a muchos sostenedores de mundos. No descansan hasta que sienten sobre sus hombros el peso del mundo, de la responsabilidad. Su carga es su razón de vivir y su soledad sólo impostura. Nadie entiende su esfuerzo. Necesitan a los demás. Deben saber todos lo que hace y su tribulación no es la de ser incomprendidos sino la de no ser escuchados continuamente. Se les acercan diferentes Heracles de la vida y les intentan hacer soportable su carga, pero se niegan a robar las tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. El mundo no puede entenderse sin el significado de sus hombros. Todas estas ricuras de personas sufren el “Síndrome de Atlas”.
Desgraciadamente no tienen cura. Es más, muchos acudieron al auxilio de estos sufridores del Olimpo, e incluso le dieron la buena noticia de que el mundo no descansaba sobre sus hombros pero no pudieron soportarlo. Porque la carga es la carga. Los cargos son cargas, pero las cargas no quieren a cargos. Así es de caprichosa la vida.
Si se encuentran con un enfermo del “Síndrome de Atlas” no intenten mostrarle el camino de la sencillez. No, para ellos es como el agua bendita para el demonio. Eso de compartir los esfuerzos y de reconocer las limitaciones, no es lenguaje que entiendan.
La única solución que nos queda es la de la resignación y la vacuna. Nunca podrá curar a ninguno de ellos, al menos intente no contagiarse y vacúnese con grandes dosis de humildad, sentido común y una buena dosis de humor.
Las empresas son cada día más complejas. Y más sencillas. En ellas trabajan todo tipo de personas. Altos, feos, con gafas, rubios, inteligentes, maliciosos, incompetentes, justos, héroes y demás fauna. Todavía en mi corta vida laboral no he conocido a ningún titán. De los de pata negra, como nuestro amigo Atlas. Ah, pero eso sí, he encontrado a muchos sostenedores de mundos. No descansan hasta que sienten sobre sus hombros el peso del mundo, de la responsabilidad. Su carga es su razón de vivir y su soledad sólo impostura. Nadie entiende su esfuerzo. Necesitan a los demás. Deben saber todos lo que hace y su tribulación no es la de ser incomprendidos sino la de no ser escuchados continuamente. Se les acercan diferentes Heracles de la vida y les intentan hacer soportable su carga, pero se niegan a robar las tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. El mundo no puede entenderse sin el significado de sus hombros. Todas estas ricuras de personas sufren el “Síndrome de Atlas”.
Desgraciadamente no tienen cura. Es más, muchos acudieron al auxilio de estos sufridores del Olimpo, e incluso le dieron la buena noticia de que el mundo no descansaba sobre sus hombros pero no pudieron soportarlo. Porque la carga es la carga. Los cargos son cargas, pero las cargas no quieren a cargos. Así es de caprichosa la vida.
Si se encuentran con un enfermo del “Síndrome de Atlas” no intenten mostrarle el camino de la sencillez. No, para ellos es como el agua bendita para el demonio. Eso de compartir los esfuerzos y de reconocer las limitaciones, no es lenguaje que entiendan.
La única solución que nos queda es la de la resignación y la vacuna. Nunca podrá curar a ninguno de ellos, al menos intente no contagiarse y vacúnese con grandes dosis de humildad, sentido común y una buena dosis de humor.
4 comments:
Hola, me resulta muy util tu Blog en cuanto a lo del Sindrome de Atlas, lamentablemente para mi, me senti muy identificado, por otro lado muy tonto por padecerlo, jaja espero esta lectura me lleve a una profunda reflexion sobre esta postura frente a la vida, gracias
Guauuu... que análisis más aclaratorio...
Me considero a mi mismo padeciente de este sindrome o complejo, pero de lo que si estoy seguro es que si tiene cura, pero tiene que ser voluntaria, justo ayer me di cuenta de esto, y mis hombros por fin pudieron descansar, aun estoy asimilandolo, pero se siente tan bien sentir que no tengo la responsabilidad de salvar al mundo, y me siento mas libre...
Gracias por decirlo así de claro. No tienen cura, da igual lo que una intenta porque nada va a servir para ayudarle. Es mejor resignarse y poner distancia para no sufrir su planteamiento de vida. Muchas gracias. Más relajada, sí.
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