Thursday, April 12, 2007

La Bioética pasa de las comisiones


El actor Kiefer Sutherland da vida a un personaje del todo atrayente. Su nombre es agente Bauer, y pertenece a la Unidad Antiterrorista estadounidense. Es el protagonista de la famosa serie televisiva “24” de la Twentieth Century Fox. En ella, tanto él, como el presidente de los EEUU, tienen que tomar decisiones del todo complicadas, difíciles, y a veces casi imposibles, en un espacio muy corto de tiempo. Su tensión se traslada a los espectadores, y todos respiramos tranquilos cuando comprobamos que afortunadamente no debemos ser nosotros los protagonistas de esta toma de decisiones. Nadie quiere ser Bauer.
Muchos médicos sienten esa misma tensión cuando deben entrar al fondo de cuestiones sobre la vida humana, y se ponen en juego valores éticos. Esta preocupación por el hombre es consustancial al oficio del médico. Tanto necesita pensar sobre las cuestiones últimas del hombre que incluso ha generado una disciplina que pretende agrupar todo este tipo de conocimientos, y que llamamos Bioética.
La Bioética ha adolecido durante mucho tiempo de una fundamentación suficiente. Han sido sus principales pilares teóricos durante muchos años los que promovía la ética utilitarista, con una doctrina trivial que confor2C llamada “principialismo” o “principismo”. El olvido ha sido siempre el mismo en estas corrientes preponderantes, no han querido saber nada de la persona. En palabras del filósofo José Luis del Barco, la Bioética no es otra cosa que el hacer justicia a la vida. De esta forma la persona es el centro del debate, fundamentalmente por su condición de novedad radical en la historia. Debemos tender a encontrar una lógica de la acción que corresponde a un se lógica de la acción que corresponde a un ser que es el fin en sí mismo. La técnica sin ética es ciega, y la bioética sin guía teórica degenera en casuística. O sea.
Las escuelas norteaméricanas han impuesto su modelo de desarrollo de la bioética dentro de los centros sanitarios. En la mayoría de los casos como comisiones multidisciplinares, que a semejanza de un comité de expertos dictaban resoluciones sobre las cuestiones que se les presentaban. La bioética, que tiene que ver con la justicia, y por tanto con la búsqueda de la verdad del hombre, es reticente a encasillarse en comisiones, tratados, declaraciones y convenciones. El hombre necesita respirar libertad, y así suele encontrar las mejores soluciones para los dilemas diarios de la vida.
Los primeros Comités de Ética Asistencial en España datan del año 1976, como recuerda el Dr.Abel. Su desarrollo ha sido desigual, muchos han aportado luz en muchos temas, y otros han fomentado la confusión. La confusión ha sido tan importante en muchos países europeos, que ya no quieren hablar nada de comités de ética asistencial, y sólo consultan a grupos de expertos. En España seguimos por el camino de los comités, porque nos encanta a los españoles hablar, discutir, e incluso enredar.
En mi hospital existió un primer comité que fue prolijo en discusiones y en resultados. En estos momentos se ha iniciado una nueva etapa en este comité. He de decir que los comités no me gustan, pero entiendo que en España no puede funcionar otra organización que no sea ésta.
Uno se sorprendería de ver el orden del día de muchas de las reuniones de estos comités de ética asistencial repartidos por toda España. Lo primero que deberíamos decidir es sobre qué temas debe pronunciarse el comité. Para mí la respuesta es sencilla. Como en la economía libre, el mercado decide que es lo que se vende y lo que no. En los comités hay que debatir sobre las realidades que le lleguen al mismo. Algunos quisieran debatir sobre el orden mundial y otros sobre las miserias de su vecino. No nos cansemos en querer vender magdalenas cuando lo que nos piden son galletas.
Para formar parte de un comité de ética asistencial no se debe necesitar otra cosa que ser persona. Nada más y nada menos. Permítanme hacer una cierta incursión histórica que me ayudará a mostrar la importancia de los hechos y los valores, necesaria para avanzar en nuestra exposición. El siglo XIX nos introdujo en la fase histórica de la racionalidad o de la ciencia, presidida por el régimen de los hechos. Llamamos hechos a todos aquellos datos que percibimos directa o indirectamente por los sentidos, que pueden ser comprobables y gozan de objetividad. Los hechos son perceptibles y objetivos. Por el contrario, los valores se caracterizan por no poderse percibir por ninguno de los sentidos. Los valores no se perciben, se estiman. El valor no se identifica siempre con el hecho, pero no puede dar sin él. El hecho es siempre soporte del valor. Este razonamiento nos ayuda a llegar a la conclusión, que las personas que participan en un comité de ética asistencial en la toma de decisiones sobre hechos no deben olvidar nunca los valores. Si se quiere que las decisiones sean correctas, hay que prestar a los valores tanta atención como a los hechos. Es un aviso a navegantes.
Los profesionales sanitarios tienen fácil el camino para confiarse en ser una buena persona y una persona buena. Este camino es el que describe el humanismo. Ser humanista significa situar al hombre en el centro de la creación. El hombre es el merecedor de todas las atenciones y desvelos de la propia humanidad. Todo hombre, cualquier hombre. El hombre debe ser la medida de las cosas. Para transitar el camino humanista se necesita un poco de sencillez, mucho de generosidad, grandes dosis de preocupación por el otro, la influencia de las actividades que elevan la naturaleza del hombre, como las diferentes artes, la preocupación por ser riguroso en la profesión y finalmente, caridad.
He dicho, la bioética pasa de las comisiones.